Este artículo, escrito por Ashley Goldsmith, apareció originalmente en inglés en el blog de Workday. Pensamos que también sería de interés para los lectores hispanohablantes, por lo que lo ofrecemos traducido a continuación.
Una de las preguntas que más veces me hacen como ejecutiva de RRHH es cómo he llegado hasta donde estoy ahora. Es una pregunta muy difícil de responder, ya que mi trayectoria profesional está marcada por una serie de giros y cambios, éxitos y contratiempos. Debo muchos momentos de aprendizaje importantes a anteriores jefes que he tenido en mi carrera, sin ellos no habría llegado a mi rol en Workday. La mayoría tenían grandes cualidades de liderazgo, como la accesibilidad, el respeto por otras personas y la capacidad de inspirar tanto a becarios como a CEOs.
Aunque intento demostrar todas esas cualidades con mi equipo, hay dos lecciones específicas que he aprendido y que han tenido una influencia muy importante en cómo concibo el liderazgo.
Todos los caminos lleva al cliente
Al principio de mi carrera profesional, trabajé en un almacén de artículos para el hogar. Como parte de mi formación en gestión, ocupé un puesto de auxiliar de gestión, al frente de un equipo de vendedores con amplísima experiencia. No tardé en darme cuenta de que mi título universitario era totalmente inútil cuando los clientes querían saber cómo arreglar un grifo o instalar enchufes. Por mucha amabilidad que les ofreciera, no había forma de responder a sus preguntas. Pero mis expertos colegas les ayudaban a encontrar justo lo que necesitaban.
Así llegué a la conclusión de que lo realmente importante es el servicio prestado a los clientes. Las empresas cuentan con mucha gente inteligente que hace un buen trabajo, pero si ese trabajo no se orienta a la experiencia para el cliente, está mal encaminado.
Aunque no llegué a ser la mejor empleada del almacén, aprendí muchísimo de mis colegas y hoy me atrevo a realizar sola casi todas las mejoras de mi casa. Al regresar al entorno corporativo, llevaba conmigo esa valiosa perspectiva de primera mano que ayudó al equipo a prestar una mejor asistencia a nuestros empleados del punto de venta.
Actitud receptiva y empatía
Otra importante lección profesional la aprendí de un jefe extraordinario que tuve hace tiempo. Acababa de convertirme en manager de personas por primera vez y mi propósito principal era que los empleados se sintieran importantes. Mi relación con ellos era buena, pero mantenía una actitud profesional, sin dar demasiado de mí a conocer ni demostrar curiosidad por sus vidas.
La creación de competencias de liderazgo conlleva la exploración con lo que no estamos familiarizados y el establecimiento de una base de confianza y comunicación con los colegas.
Por su parte, mi jefe conectaba mucho más con sus empleados. Un día me llamó aparte y me sugirió que fuera más explícita al expresar aprecio por otros, y que dedicara más tiempo a conocer y entender a mis empleados. Fue una revelación porque, aunque los empleados me importaban, al parecer no había sabido demostrarlo.
Todos sabemos que la gente es más feliz y productiva si los managers demuestran interés a nivel personal. Como manager, he aprendido que una de las primeras cosas que hacen falta para lograr este nivel de confianza es compartir información sobre mí misma. Hay un equilibrio entre lo personal y lo profesional, pero una actitud más abierta del manager hará que los empleados se sientan más cómodos al hablar de sí mismos y lo que es importante para ellos.
En definitiva, la creación de competencias de liderazgo conlleva la exploración con lo que no estamos familiarizados y el establecimiento de una base de confianza y comunicación con los colegas. Siempre queda algo por aprender, y estando más presentes y atentos abriremos la puerta a nuevas experiencias.